domingo, 12 de febrero de 2012

Come, Ora, Ama


Comer para nutrirte. Alimentarnos con aquello que nos llene. No hay, en la vida, alimento impuro sí al llevarlo a nuestra boca lo miramos con el ojo blando. Si aquello que tengo en el plato, no importa si es mi comanda o es la vida quien me eligió el menú, lo mastico y digiero con placer.
Me como la vida, disfrutándola. La vida es un manjar de los dioses y como tal me siento a la mesa: comensal invitado al banquete.

Reza para encontrar la armonía. Le rezo al dios que habita en mí, un dios que no es otro que yo mismo. Él se hizo dios en mí y es con él con quien he de sentirme en equilibrio porque todo se hizo en mí.
Al levantarte, medita 20 minutos después vive la vida, disfrútala: come, ríe, camina, labora,… y al atardecer, antes del descanso vuelve a meditar. Otros 20 minutos de estar en ti para retornar a la armonía.

Amar para sentir la vida como es. Amar es perder la armonía, es romper el equilibrio. Para amar hay que estar dispuesto a perder la estabilidad y que se derrumben los castillos alzados. Dispuestos a que nos rompan el corazón. El corazón que se ata y protege del dolor no ama, se ama a él mismo, sin embargo no es amor puro. La pureza en el amor tiene que ver con amar la vida y a los todos que la habitan, sin juzgar con la mirada del dolor. Amar la vida con el ojo blando.

Si te nutres, rezas y amas, es que estas vivo.