jueves, 11 de julio de 2013

nada es lo que parece

Sagrario del Convento de Regla
"Nada es lo que parece", es el título de un libro que trata temas como el camino espiritual, la muerte o la reencarnación, autoría de Uan. Pero no voy a escribir sobre ello, a mí me provoca escribir respecto de cómo leemos la realidad cada cual y cómo percibimos la vida de las otras personas, su realidad, para acabar con un poco de mí.

Lo segundo, cómo percibimos a los demás, me viene de un comentario que me hacían y que venía decir lo siguiente: “te sigo por tu blog, me gusta mucho lo que escribes y como lo escribes…. pero es un poco triste, el duelo, la enfermedad, el ambiente en el que te mueves de hospitales y personas…”. También, en una ocasión, otra persona, cuando yo colaboraba en  un proyecto de personas sin hogar, me decía lo siguiente: “estamos rodeados de negatividad”. Yo, en ambos casos, he respondido lo mismo: “no, yo estoy rodeado de vida, de mucha vida”. 

Es curioso cómo unos y otras vivimos la misma situación de tan diferente manera.

Para aclararme las ideas necesito preguntarme: ¿qué es la realidad?  Y, según la RAE en su tercera acepción:
Realidad.- Lo que es efectivo o tiene valor práctico, en contraposición con lo fantástico e ilusorio.

Ateniéndome a esta definición, digo yo que, muchas veces vivimos como reales situaciones fantaseadas e ilusiones fruto de nuestros deseos y anhelos o damos por hecho acontecimientos no ocurridos porque pensamos que es lo que va a ocurrir y tiene sentido y valor para nosotros/as. Transformando en realidad un percepción nuestra. Es por tanto una realidad ilusoria que solo existe en nuestro imaginario, en nuestra mente. Esto se da, a mi parecer, con más frecuencia de la que creemos. Si no, por qué cada cual tiene una visión diferente de una misma realidad. Pongamos por ejemplo un día de lluvia que para unos es un día oscuro y para otros una oportunidad de salir a bailar bajo ella.

Afirmar que ¡Solo hay una verdad (una realidad)¡ me resulta pedante porque, a tenor de lo dicho anteriormente,  reflejamos nuestra visión he interpretación de lo que vemos, oímos, sentimos, olemos y palpamos, en definitiva, lo que vivimos como realidad individualmente.

De aquí me surge otra cuestión: ¿cuál es la verdad, la tuya o la mía?

Una teoría mía es que considero que esto es debido a que no prestamos la debida atención a lo que acontece en el momento en que se da y proyectamos, automáticamente,  nuestra lectura como si fuera la verdad de lo que sucede. Y, está lectura de lo que acaece, es en realidad una creación de nuestra mente basada en nuestra experiencia empírica, valores, educación, necesidades, deseos, biografía, etc… Por consiguiente, especulo que, nada es lo que parece porque lo que parece emana de nuestra formulación.

Dicho esto, a partir de aquí, quiero hacer una defensa de mi estilo de vida. Y, no es que tenga que salvaguardarme, sin embargo, si tengo la necesidad de contar que mi vida es una opción propia y que estoy viviéndola con mucha intensidad, con tanta como de la que estoy envuelto.

Las personas en la enfermedad y/o el final de sus días, encuentran valores que no creían que tenían (no siempre, no todas). Se ven superadas por bondades, de ellas mismas y de otras personas y de su entorno que les provoca una paz y un equilibrio que en otras circunstancias de la vida no perciben. Un alimento, diría yo, que les nutre y aporta crecimiento.

Tanto en la enfermedad como acabando la vida surgen experiencias valiosísimas para nuestro crecer como seres únicos y con una esencia de luz cegadora. Aprendizajes que van hilando la sucesión de tramas que antes no tenían sentido dotando así a nuestra vida de argumento. 

Estar ahí, acompañando, me permite recibir parte de esa enseñanza y de alguna manera hacerlas mías, llenando mi mochila de mapas y rutas que me sitúan en el camino, y cargando mi cofre de tesoros que enriquecen mi alma. 

No afirmo que haya que estar enfermo o moribundo para crecer, sin embargo sí que  he encontrado, mi experiencia de acompañamiento, un manantial de agua fresca para calmar la sed en la búsqueda de mí YO esencial.

Pueda parecer que esté alimentando mi ego y sí, así es, también, aún no vibro en un tono tan alto como para que mi alma se despegará de mi ego. Esto me hace más “humano” (utilizo el término como sustantivo no adjetivamente) en detrimento de mi esencia divina (cósmica, energía universal, etc y tantos etc como personas lo quieren definir).

Para acabar, y provocar un punto más de inflexión, me viene a la memoria, del libro “Mujeres Corriendo con Lobos” de Clarissa Pinkola, donde leí que hay tres tipos de fantasías: la primera, la fantasía del placer. La segunda clase de fantasía es la imaginación deliberada, la que nos pone en acción. Y, la tercera clase de fantasía es la que lo paraliza todo. Una fantasía que no tiene que ver nada con la realidad.

“Fantasía vs Realidad, nada es lo que parece”