sábado, 19 de octubre de 2013

no morir en soledad

Ya estamos muertos
The Pilot Dog
Los que me conocéis sabéis que no soy una persona triste, que traigo a la risa y despido a la pena allá donde acudo. Sin embargo, y ahora os lo cuento para aquellas que no me frecuentáis en la intimidad, soy persona de tristeza profunda y es en ese espectro donde me desenvuelvo con más soltura y echando mano del refranero: “me muevo como pez en el agua”.

Aclarado esto, quiero expresarme, una vez más, desde mi ser interior, desde mi emoción prevalente, desde mi tristeza profunda. También es cierto que lo que os voy a narrar sólo me sale expresarlo con esta emoción.

Estoy acompañando a Martina, en estos momentos, sus últimos soplos entre los vivos, en el tránsito. Martina ha vivido ya mucho y me baso en el número de primaveras que ha visto florar, más de 90. Y vislumbro que no todas han sido gozosas, venturosas, se le ve mujer sufrida. Su cuerpo menudo y su rostro descarnado no lo ocultan, sin embargo, una mujer que despertó pasiones. Cuenta ella que muchos la pretendieron, pero que no la merecieron. Hasta que encontró al hombre que la dejo viuda muy pronto y ya su vida fue cuidar a los hijos de otras y poner la mesa a una familia que no fundará ella.

Martina que tiene mucha juventud acumulada y una dolencia que no tiene alivio, se está muriendo. Llora y gime por un calvario  de dolores y de penas. Por un lado el dolor físico de su cuerpo ajado y por otro llora de amargura, llora porque está sola, desolada porque le faltan los alientos. Dice ella: “nadie me quiere y que mal me pagan los que he cuidado”.

Y yo aquí, junto a ella, no sabiendo a ciencia cierta por qué, pero teniendo muy claro que  quiero estar. Quiero estar porque me claman sus llantos y sus quejas. Quiero estar porque mis valores humanos, mi ética y mi moral sobre lo que entiendo por amor al prójimo y cuidar de los míos, de mis coetáneos, así me lo dictan.

Por otra parte, está el morir en soledad, ese es mi gran  miedo. No tengo miedo a sufrir, aunque no soy un inconsciente ni un loco, claro que no quiero sentir dolor. Quisiera, en este sentido, morir en paz, a ser posible morir durante el estado del sueño. En otro supuesto, citando a Cicely Saunders de su libro “velad conmigo”: “quisiera transitar desde un ruego justificado de ¡no quiero morir, no quiero morir! A las palabras de aceptación “solo espero que todo vaya bien”.

Consciente de que a este mundo venimos desnudos y lo abandonaremos de la misma guisa, no por ello voy a prescindir de ¡¡por favor, que una mano, amiga o enemiga, sostenga la mía en el momento de cruzar el umbral!!

Ahora, publicando este texto, que escribí anoche de madrugada mientras velaba a Martina junto a su cama, ahora, Martina ya no está. No está su presencia física pero si su resonancia y su esencia.

¡Descansa en paz Martina!

viernes, 18 de octubre de 2013

homenaje a la Princesa Inca


aplicación de crochet con trapillo y aguja del 12
Hoy quiero presentaros a la Princesa Inca. Cristina Martin, que así se llama, es miembro de Radio Nikosia. 
Ella a través de su blog manifiesta la belleza y el sentimiento estético de la salud mental utilizando la palabra, en prosa o en verso.
Ayer, en unas jornadas de humanización de la salud, en el Virgen del Rocio, nos leyeron el siguiente texto de su autoría que os comparto en este post. Me encanto, me emociono, me inundo los ojos de salada humedad, me trastorno, me afecto, me agito, me dio un vuelco el corazón. 
Un texto que no basta con leerlo una vez. Aquí lo público para que no se me olvide y para compartirlo con vosotros/as. 

A TODOS ELLOS
A los que se quedaron dormidos en el nunca,
A los que sueñan sus verdades y se las niegan,
A los que tienen mucho miedo, y lloran por cualquier cosa,
Y se ocultan la cara de vergüenza.
A los tímidos, a los solos, a los raros,
A los que dudan y dudan y les llaman inmaduros, débiles.
A los que duermen en la fría cama del psiquiátrico,
A las madres que cogen la mano de su hijo ingresado.
Os digo que no nos vendan verdades, que la verdad no existe,
La verdad y la razón son creaciones del hombre, para doler para medir.
Hay que luchar contra el silencio, y la ignorancia,
Somos personas, no somos enfermos.
¿Quién tiene la verdad absoluta, la realidad absoluta?
…Que la muestre, que la enseñe si puede…
¡Es mentira, mentira, no existe!
A los que llevan cicatrices de haberse rajado las venas,
A los que consiguieron no rajárselas,
A los que les paraliza la angustia,
Les paraliza para ser, amar, soñar.
A los que llaman vagos, idiotas, locos, débiles.
No escuchéis la voz de los que viven solo para afirmar, controlar,
O los que saben a donde van, donde están, quienes son,
Los que llevan la frente alta y no les tiembla la voz.
A los que la ansiedad- la sociedad les hace fumar dos paquetes diarios.
A los que no son sociables, ni aptos, ni lucidos,
Ni extrovertidos, ni empáticos, ni asertivos, ni normales.
A los que nunca superaran un test psicotécnico,
A los que llevan medicación en el bolso y el monedero vacio.
A los que ahora están atados a una cama y no nos oyen,
A los psiquiatras que abrazan a sus pacientes
Y pidieron alguna vez consejo al que llamaron esquizofrénicos.
A los que tenemos certificado de disminución
Y leemos a Lorca y a Nietzsche y lo que haga falta.
A los que no soportaron el túnel y se fueron para siempre,
A los que atravesamos cada día el túnel agarrados a las paredes negras,
A todos los que saben o quieren escucharnos,
Y no se fían solo de los manuales, libros, tesis, estudios y estadísticas.
A los psicólogos que dan besos.
A los que hemos pasado ya el infierno y el cielo y no queremos volver nunca allí.
A los que roban dolor y devuelven en sonrisas, dice Sabina.
Y sobre todo, a todas esas pupilas dilatadas de tanta química que
Miran aturdidas y absortas pero tienen luz mas hermosas:
“Que no existe locura sino gente que sueña despierta”
http://laprincesainca.blogspot.com.es/search?q=a+todos+ellos

lunes, 14 de octubre de 2013

una escuela de vida

Parador Atlántico, Cádiz
Escribir sobre el camino en la vida es un tema que ya toque anteriormente en el post: “caminante no hay camino”. Y, me reitero lo nuclear de que “nuestra tarea en la vida es encontrarnos a nosotros mismos”. Y, para ello, es necesario completar el puzzle de nuestros deseos, el puzzle de nuestras necesidades, el puzzle del universo de nuestras emociones, el puzzle del conocimiento de nuestro cuerpo, el puzzle, en definitiva, de nuestro ser holístico que somos: físico, psíquico,  social, espiritual y emocional.

Para ello, expresaba la necesidad de adherirnos a una escuela" con un maestro/a que nos guie por la senda. No obstante, añadía que “ni el maestro ni el camino han de ser dogmáticos”. En esto, debemos “elegir juiciosamente”: sobre el camino, la escuela y el/la maestro/a. No necesariamente en este orden. Te puede surgir el maestro y te señale un camino o una escuela. También, podría ser que encontraras un camino que te lleve hasta la escuela y en ella al maestro. O, bien podría ser que te unieras a una escuela y que el guía te lleve hacía el camino. Es aquí, donde debemos prestar la máxima atención para elegir juiciosamente. No es que sepamos elegir bien o mal, no existe nada que nos indique cual es la correcta elección hasta que no hemos entrado en la gruta y equivocado el rumbo, y es entonces cuando extraemos solo la enseñanza. Elegir juiciosamente tiene más que ver con una elección sana para ese momento, en esas circunstancias, en una determinada situación y coyuntura concreta.

Nos ayudará, entre otras, adoptar de las enseñanzas de Buda, como ya refleje en el anterior post, las “cuatro confianzas”:
Ø  Confía en el mensaje del maestro, no en su personalidad;
Ø  Confía en el sentido, no sólo en las palabras;
Ø  Confía en el sentido real, no en el provisional;
Ø  Confía en tu mente de sabiduría, no en tu mente ordinaria y llena de prejuicios.

Pues bien, estoy en el proceso de elección, he encontrado una escuela que me adviene y me estimula. En principio son solamente reuniones informales (en grupo muy reducido: 4 a 6 personas), en petit comité, acompañados de una o varias personas que ya forman parte de la escuela. Leemos textos (conferencias filosóficas, libros sugeridos, etc.) y  nos planteamos dudas, ponemos en tela de juicio, reflexionamos o simplemente, y es de lo que se trata, adquirimos conceptos, los conceptos con que se comunica la escuela. Un lenguaje teórico que es propio en la escuela.

Somos iguales –los noveles y los veteranos-, personas que buscamos, que no estamos conformes con que todo sea lo que nos despachan desde fuera. Que sentimos la llamada a trascender, a calmar la sed, a acallar los ruidos incesantes de una sociedad materializada y el murmullo de nuestra mente y encontrar argumentos y premisas con otros/as y en las convulsas quietudes de nuestro interior.

¿Qué tiene esta escuela que me provoca?

Pues que no hay un maestro concreto al que seguir, ya es motivo suficiente para una persona como yo: rebelde sin causa, que no se somete al dictado. Aunque, si bien es cierto que hay una filosofía cristalizada, por tanto una maestría transmitida a la que atender. Son muchas las fuentes de las que bebe la escuela: Gurdjieff, Ouspensky, tradiciones sufíes, Manual de Vida de Epicteto, filosofía tibetana, etc. También motivo sobrado para mí - ávido insaciable de catar los néctares azucarados de todas las flores-.

Ahora bien, sí que hay un guía. Un guía que te observa en tu camino y que te meterá el dedo en la llaga si viere que te desvías de tu senda y te espoleará si retienes tu ritmo sin motivo. Que no te responderá preguntas, te las hará.  Un guía que lo es porque inicio su camino antes que tú, dentro de la escuela, que no lo es sólo por su personalidad y liderazgo, sino por su nivel de conciencia del ser y sus yoes, fruto de la lectura y la recitación, de la meditación, del movimiento y la danza, de la experiencia empírica y el ejercicio de la consciencia.

Es está, una escuela que me muestra un sentido que yo comparto y anhelo: encontrarme conmigo y el cosmos. Llegar a trascender de lo meramente físico. Una escuela que no se detiene en la palabrería, que va más allá. Una escuela que no finita en lo temporal, en lo efímero, en lo provisorio y accidental. Una escuela que deja atrás lo ordinario, lo frecuente y lo impertinente de nuestros días. Es con esto que me alineó.
Hubiera podido escoger, pero aún no he elegido, ni la escuela me incita y apremia. Es un proceso que llevaré, así me alienta la escuela, con una máxima: sin tiempo, con dilación y callada prudencia.

Sin tiempo previsto y pautado, con sosiego y quietud. Acudiendo, sí, a encuentros programados y consensuados  sin otra exigencia que la que yo me asigne. Esta es: un método por etapas que no prevé fechas ni horarios ni metas. Etapas que nacerán a cada paso. Con silencio mental y recogimiento, con meditación en movimiento que es mi hábito de práctica. Acallando las palabras para que hablen los silencios. Eludiendo los ritmos de vida que me llevan hacia fuera. Ritmos que me inculca la cultura occidental, las “culturas avanzadas”, nuestra cultura.

Con dilación. Es un camino de vida para toda la vida. Una senda que recorrer para encontrarme conmigo en una vida performativa y cambiante. Donde abra momentos de vislumbre del YO esencial, que no superaran los dos minutos de consciencia y el resto, auguro, serán momentos de búsqueda, momentos de pérdidas, momentos de desencuentros, de alegrías, de falsas alegrías, de estar arriba y de bajadas despeñadas.


Como últimas palabras de este post, es mi deseo: toda una vida de vivir conmigo y en la búsqueda de mí, junto con otros y otras. ¡Este es mi propósito!