viernes, 29 de agosto de 2014

el compromiso con la vida

             en la fachada de la  Farmacia Perdiguero Pérez       

C/ Cervantes, 48, Cádiz 

El compromiso nos arrastra por mil maneras conformes y discordantes de ser felices.

Por ello, no basta con la voluntad de comprometerse, hay que comprender porque nos comprometemos y que esperamos del compromiso.

¿Comprender el qué?

-“Comprenderse a una misma para entender lo que  las demás me manifiestan”. Y, en esa senda, “experimentar, en el ahondo, lo que vivimos más allá de los límites de la piel”. Esto, nos ayudará a enumerar las clausulas de nuestro convenio con la vida.

Claro está, e importa y mucho, que el nivel de volumen que le demos a la responsabilidad del pacto no puede superar los decibelios a los que nuestro Ser esta apareado en y para el tronado de nuestra existencia en el que estamos relampagueando, lo que viene siendo en el sonoro “aquí y ahora”.

Si este acople, que debería ser un suave vaivén, es impropio, a veces, enojadas e inconscientemente, atribuimos fuera la dejadez y el desánimo que nos provoca el compromiso o la falta de este o la impertinencia y fatiga del mismo. Es como la crisálida que espera a que el capullo se abra desde fuera, discúlpenme! –una estupidez, la verdad.

Está bien! Hay que salir a caminar, pero si llevamos los cascos puestos –repito- ajustemos el volumen a la vibración de la sístole y la diástole de nuestro latir y sin perder el ritmo acompasado del aliento. Y, exploremos por dónde podemos desvelar el rumbo que nos lleve al compromiso entonado y de una manera natural, sin hastío y con tierra bajo las uñas.

¿Dónde sumergirnos?

-Pienso yo que -en las sombras. ¿Qué sombras? -Las nuestras. –Posi, Amarrosa.

Aquello que no queremos ver, lo oculto a nuestra mirada -porque así lo requiere el ego-. Allí, en los rincones oscuros y opacos, de piso resbaladizo, allí está la luz. Y, nos ayudara a darle intensidad, a esta luz, fijar la vista en las personas que nos la  proyectan (la oscuridad, lo que no me gusta).

Dicho esto, no es recomendable y poco beneficioso, incluso, diría yo, temerario, ir al compromiso como el que busca en un ropero ajeno y desordenado. Ya que suele ocurrir que nos vistamos de manera confusa, dispar a nuestro estilo y poco conjuntado, cuando menos.

Solemos comprometernos como vestimos la piel (para crear una imagen hacia los de fuera). Sin embargo, y es mi opinión, comprometerse tiene más que ver con estar acorde con la necesidad de la estación, con vestirse de temporada (vestirse para lo intrínseco). Vestirse para el momento es comprometerse con la trascendencia. Y nos ocurre con frecuencia, relativamente asidua, que “a ti te baila la falda y a mí el pantalón”, una forma de expresar como otra cualquiera que hay veces que nos enrolamos en compromisos que nos quedan grandes. Buques ingobernables para un simple tripulante. Barcos que no nos permiten la travesía porque, sencillamente no podemos zarpar al no poseer el saber y la maestría necesaria para gobernar la nave. Y nos quedamos amarrados a puerto, en el mejor de los casos, o podemos quedar anclados en bahía y aislados de la toma de tierra.

Entonces, y esto es una invitación personal, “romperse la camisa y seguir hasta los amaneceres”, es la más coherente de las salidas, la que optaría un experimentado lobo de mar. Soltar amarras no sería prudente. El tripulante debe comprender que su rol no es ese y debe ajustarse el volumen desprendiéndose de una casaca que no le corresponde.  La invitación es a desnudarse para verse como una es y acudir a la noche estrellada sobre la inmensidad del  océano para entender, para darnos cuenta. Esto sería más avispado, intuitivo e inteligente.

Desde allí y fijando la mirada en el manto oscuro de la bóveda interior, vislumbraremos el compromiso que nos aviene y nos hará avanzar. Se nos manifestara porque es real y como un paisaje relajante. Nuestro compromiso con nosotras mismas, con la vida, ha de ser zen o no lo será, será otra cosa.

Añadir que, a mi modo de ver, solo hay un compromiso, una acción que realmente es necesaria para sobrevivir y es comprometerse con el agradecimiento a la vida o lo que es lo mismo comprometerse con el amor. Recibir -sinónimo de agradecer- de la vida, lo que la vida nos da en abundancia, es el único alimento capaz de saciar la sed de piel que nos muerde el corazón. Visto así, diría yo que, el compromiso es una oportunidad para experimentar lo que ya comprendemos del amor y avizorar nuevos goces.

Gracias, Mamen, por mostrármelo!!

"es el Amor lo que mantiene todo unido, y también es el Todo" Rumi

miércoles, 6 de agosto de 2014

Rutas de Castillos y Amores

Castillo de  los Templarios, Ponferrada
Casa Samuel, estación de postas, vuelve a enamorarme. Sus gentes, mis yoes, incalculables, inconmensurables. Disfrute inesperado, risas y suspiros. Respiración presente, de noche y día.

Salamanca nocturna, mi relámpago en el estío. A su sombra me cobijo. Sus piedras me  elevan. Encuentro del Ser con el Ser. Sin culpa, a pesar de la insistencia y el amargo sabor de la inercia egocéntrica. En sus espacios, con descaro travieso, me relaciono con ellas, las facciones regaladas de mis personajes.

Mariposas en el estómago, lujurias en las conversaciones. Pimienta sazonada en la mañana, en el carrusel de tareas ofrecidas y aventuradas. Sin límites a la hora de estrenar piel. Unas y otras mascaras del carnaval salmantino que interpretan el amor restando distancia a la separación del Ser, para la felicidad de este, rescatando el amor cual peregrino del camino salvando puentes.

¡ah, si las rutas hablaran!

San Martin y Miranda, castañares, fuente natural, entre bosques.

¡Disfruté!

Cementerio al pie de la torre atalaya, entre dos paredes, testimonio del amor eterno. Terreno de los callados. Almas, testigos que custodian la historia de condes y princesas. Que suerte que se amaron.

Creciendo en mi interior camino ancho de Castilla, hacia un lugar de voces mescladas en armonía de amor denunciado bajo planicies de plata, custodiadas por huracanes venidos de otros lares, preñados y nuevos, en busca de agua para bañarse.

Astorga, Ponferrada, Las Medulas orgullo de pasos pesados en la tormenta de chocolate que truena en mis oídos. Torrenciales de desmanes, conducidos por vías pecuarias, cañadas de atrios, de almas romeras que se consuelan con ellas mismas en el roce de su cuero. Un abrazo sincero, nudo de brazos largos, estirados para abarcar el sentimiento en un grito mudo, fusionado que rompe la montaña y separa cantos rodados de la arcilla y la arenisca descubriendo el oro de sus faldas, “Ruina Montium”.

Cómo vivir sin ti, Salamanca, oasis en el edén. Son tus guantes curtidos que me coquetean.

¡oh! Eso sí, cómo vivir.

Sara y Chus. Cipreses junto al camino. Sombras frescas. Pies hambrientos. Almas, una desnuda la otra descalza. Voces del corazón, canciones del yo interpretadas por el maestro del recuerdo y quién sabe si otorgando amanecer a los ojos locos de tanto amor.

Hay tanto amor dándose, Salamanca, que adoro estar en ti.

Corazones empeñados en amar a la luz de Sagrados Corazones. Aprendiendo a ser diferentes. Que se empeñan en ser lunáticos comportándose desde  la razón, sin llamar la atención.

Sueño salmantino que me vuelve loco, siempre lavadero para bañarme desnudo. Vestido para presumir y volcar la copa del veneno arrojado sobre él. Déjame todas las noches soñar contigo.

Que feliz de haber estado presente, de descubrir matices velados, imprescindibles para amar. Retorno a mí, más cerca del que soy, del innombrable por el ego. Dios, Energía, Polvo, Cometa que atraviesa corazones. Que feliz soy conociéndome de regreso. Dejando que la piel viva sus deseos. Fantasía de querernos. Secretos a viva voz que fluyen por entre los labios.

Samuel te echaba de menos, donde me siento conveniente, relámpago encarnado en aquí y ahora. Comprensión fluyendo sin pensamiento, ocurriendo.

Días de espuma, montañas que no son pechos de mujer, belleza desdibujada en paisajes distintos, unos anchos y secos, otros frondosos y húmedos de sexualidad que brota natural sin pornografía, generosa, sin límites ni moral entre barrotes. Días de amor, de enamorarse, traslucidos, llenos de lunares, trajes de faralais para días de feria. La feria del amor donde enamorarse de Lua –que es luna- y de Teresa, que es madre. La feria del pisar firme para dejar huella dentro. Goce sin fin, mezcolansa de espíritu y carne y comprensión. Besándose la piel celosa de sí misma, viajando entre dos puntos distantes de un abrazo.

Tan dentro de mí, de regreso, te llevo, amor, recuerdo de mí. Y ahora el silencio os nombra. Paredes que se expanden buscando un destino sin sorpresas al abrir la puerta para que entre el deseo en mi pecho excitado gustoso de consumirse por el fuego interior. Mordido por un rayo. Derribando fronteras estúpidas. Ellas sin saberlo, yo aferrado al momento para no caerme al suelo. Y me estremece que hubiera sido si yo no hubiera estado conmigo a la puerta de mi identidad, expresando amor. He reconocido mis personajes y me he reconocido en el amor.


Gracias Samuel, gracias Salamanca!!!