viernes, 6 de febrero de 2015

microrelatos 2

En la desnudez del invierno
Inmediatamente pedí que cerraran la tapa del ataúd y comencé a leer un libro que, en palabras de sus autores, es más que un vademécum de oraciones. Es también, poema y revelación, apotegmas y paladar de sabiduría. Estación primera para mí del andar errático por el camino incierto del duelo, en busca de un sendero a la esperanza y salir de este invierno cetrino cargado de sufrimiento gélido.  Este quebranto, que dicen, es  consecuencia del amor, para mí es antinatural y despiadado, que me provoca un picor en el alma, que nombran las mismas, como las pulgas del propio. Y, compréndanme, he quedado como el Enebro de las dunas con las raíces expuestas al viento, porque no es que la muerte me arrebato una hija sino que yo siga viva lo que me lapida la existencia.

Absurdo
Sin saber por qué le di un puñetazo y él se giró sin respuesta. Y sin saber por qué me quede perturbado, sin comprender como una persona puede darte con la cara en los nudillos y marcharse sin dar explicaciones. ¡Ya no se respeta ni a los violentos!

Atropello
Sin saber por qué le di un puñetazo y le volví a vendar los ojos.
– Esta para eso ¿no? la justicia digo, para trans-agredirla ¿verdad?

No doy crédito
El mensaje era claro, conciso, breve y letal: no incitas, decía por cuarta vez la pantalla. Y ni tan siquiera podía ya contestarle. No entendía nada, aquello se me antojaba una burla grotesca del destino. Una confabulación desde las oquedades de aquella fachada para acabar con el escaso hilo de vida que me restaba. Era el fin. Ayer acababa el plazo de pago del recibo de la luz y había olvidado el pin.

Daños colaterales
Aquel irrevocable y capital pitillo requería de metódica ceremonia. Para prenderlo me serví del mechero recuerdo intemporal del abuelo. -Reza en el archivo Coca-Cola “que los recuerdos no superen a los sueños”- y yo deliro con volver a ver al abuelo dar un chasquido certero a la ruedecilla, brillar la piedra y arder la mecha… Di una primera calada que me abrasó los bofes ya consumidos por tantos chicotes dilapidados y al instante me develo el rostro con la blancura del alcanfor y una remembranza de los placeres del génesis de mi lacra me rescató… Todo el espacio levantaba conos de silencios taciturnos y conjeturados que me helaban la sangre, me procuré determinación y conveniencia para en una matemática cuántica colocar bártulos y moblaje, atrezos de un escenario con armonía cósmica donde Sol y Lucero, silla y soga, proyectan una sombra, confidente detrás del palío, preludio de mi eternidad.
  
Indignación
Usted es el primero que la abre y yo le agradecería que la volviese a cerrar, caballero.
Acaso no ha leído el cartel: ¡por favor, no molestar!
No entiendo cómo y con qué ligereza se permite invadir mi descanso. Aunque ya que está aquí ¿podría apartarme el polvo de la cavidad nasal?



ático con vistas

  • un texto para romper con la opacidad con que la sociedad obvia a una parte de los seres que la constituyen. 
Hay algo a lo que no voy a renunciar, el precio que estoy pagando es suficiente para no esconderme ni dar mi brazo a torcer. Ya me silencié en la escuela y en casa también. Sepan ustedes que en la adolescencia busque con quien pasear cogidos de la mano para que me vieran y corrí la cortina con quien quería y deseaba. Yo jamás puse un pero para no ser objeto de chismorreos o ponerme en evidencia. Y jamás caminé con la naturalidad con la que mi ser se hubiese querido expresar para reservarme de las pupilas hirientes. Con nadie confesé y mucho fantaseé para calmar mi sed de piel. Más todo esto ya no lo puedo seguir callando y me pregunto ¿por qué no puedo dejarme ver como soy para conquistar y conservar un amor que se me enquista en el corazón? ¿para qué esta vida eclipsada que no deja pasar mi luz? Hay tanto arrinconado de mí que ni me atrevo a contarlo con los dedos de una mano ni de las dos ni sumando los pies. ¿Acaso mi peregrinación por la vida, mis actitudes, mis tácticas, mis conductas son diferentes de las demás personas, no sangro cuando me zahieren o me eriza el bello una caricia? Sin embargo, si muestro ese rasgo tan mío, como ellas los suyos, se me señala con el dedo acusatorio, me vilipendian y humillan y se me publica bajo una capa de mierda y ¡ya no más! Es inmenso mi deseo de no seguir enclaustra tras una mentira. Hasta aquí hemos llegado, a partir de ahora seré una lesbiana visible.

el concepto arte sXXI

pedal desconectado ©jccanto
Yo pienso que, a todas nos cautiva y embelesa que otras personas descubran y contemplen el arte allí donde nosotras lo percibimos. Quizás no sean los términos “cautivar y embelesar” los más apropiado en todos los casos, pero sí que nos da un pellizco al orgullo y el ego se eleva. Sin embargo, cada cual, con su vivencia memorizada, interpreta y da una lectura a lo que es arte y lo que no lo es.

Yo podría, acaso, haber recibido una mala o buena educación respecto del concepto arte y no entenderlo o sí. Por lo tanto, que no me digan, como una verdad absoluta, que el arte se educa, se aprende en el seno de la familia o en la escuela o que viene en los genes. Hoy en día, el arte, el del siglo XXI, es fruto del libre albedrío, fuera de los cánones establecidos, de definir como arte aquello que estamos percibiendo por los sentidos. Entonces ocurre que lo que para unas es arte, para otras, incluso si me apuran, es un surtidor de agua hirviendo. Incluso en el imaginario colectivo ya no sólo que no es arte sino que el arte, constatable en los archivos, hemerotecas o museos es muy distinto.

El arte es, puedo decir yo, subjetivo. Nosotras influenciadas por nuestros deseos, intereses, sentimientos, modos de pensar, cultura, creencias… estaremos en poder de crear y/o admirar el arte, desde nuestra visión del universo. Eso no nos lo puede negar nadie. Ni nos podrán convencer de lo opuesto. Y creo que lo que no nos gusta como arte, es que sea contrario a nuestro arte. Entonces, aceptar esto significa admitir, sin irritación, que el arte tiene tantas fisonomías como juicios lo crean.

Por último, quiero analizar, fugazmente, la experiencia del arte constitutiva del conjunto de los seres humanos. En primer lugar, la experiencia del arte no es originaría¹  y tiene mucho que ver con la necesidad conjugada en primera persona. En segundo lugar, el arte no es reductible a la religión, ni al derecho ni a la teocracia, quién nos pide cuenta del arte es la necesidad de trascender. De ello, la persona artista es aquella que busca la mejor manera de dar respuesta a la trascendencia. Y, ¿de quién? –a ella misma y a los otros seres humanos (el arte que es público). Me surgen aquí dos dimensiones externas: una es la de responder ante otros/as; la otra, las consecuencias individuales de transgredir.

"La pureza y sencillez del arte rara vez es pura y nunca es sencilla." Autor desconocido

¹una experiencia originaría no deriva de otra, como por ej: el parto, los colores del arcoíris, enamorarse,… o se tiene o no se tiene.