viernes, 29 de mayo de 2015

La pequeña Ella en la gran ciudad



La pequeña Ella es una niña de pecas de colores que vive en la gran ciudad de Nueva York. Ella tiene los mismos temores que cualquier niña y uno de ellos es el de una niña que empieza a ir al colegio por primera vez y teme que los despistes de su madre hagan que un día se olvide de ir a recogerla. Y esto es lo que le paso a nuestra pecas de colores. Un día su mamá no vino y Ella desde ese día vive en la calle. Pero es una niña de Brooklyn con un talento especial para meterse en líos y, antes de hornearlos, les hecha una pizca de magia.

Como es tan pequeña, cuando intenta pedir cupcakes en una pastelería, a veces pasa sin ser vista. Pero descubre que fijarse en las cosas pequeñas y hacer amigos inesperados, como pequeños animalitos de ciudad, puede contribuir a que sus sueños más maravillosos se hagan realidad.

Hacerse mayor es su deseo  y el que todos los niños tienen e imaginarse que ya lo son, forma parte del proceso de crecimiento.

Un día Ella se encuentra con un gatito y le pide que le cuente cómo llegó él a la calle. El gatito le narra que la vida de un gato no es siempre fácil. Un día es el rey de la casa y al día siguiente, de repente, todo cambia…. El quiere ser un héroe y se propone cazar un ratón pero nunca ha visto uno y ha preguntado a varios animales si ellos son ratones: peces, pájaros, elefantes, ratones, pero niegan serlo. Entonces se propone ayudar a otros. Pero parece que el mundo que le rodea se resiste a ser salvado, nadie necesita de sus super-poderes.

Ella le plantea seguir juntos y continúan sin separarse buscando entre los cubos.  Encuentran entre bolsas de ropa vieja y papel de periódicos un perrito de trapo que esta triste. Pero el perrito de trapo es un poco antipático y no le gusta hacer nada. A todo lo que le piden u ofrecen el perrito responde con un rotundo NO.

El descubrimiento de la palabra NO en los niños es clave para reafirmarse y crecer, piensa Ella. Pero cuando esta palabra es la única que se utiliza llega a ser agotadora.

A pesar de sus constantes negativas, Otto, que así se llama el perrito, decide hablar más allá del NO y les pide que se adentren con él en el mundo de Otto, “el mejor perro cartero de la ciudad”, para ayudarlo a buscar al destinatario de cada paquete y encontrar direcciones escondidas.

Las cosas no salen como lo han planeado pero al final siempre lo pasan bien. Participan en un concurso, juegan tenis, ruedan una película, toman fotos o aguantan, con constantes ataques de risa, a un primo maleducado de la familia de Otto.

Sin embargo, recuerdan una tarde bastante aburrida que entraron en un marchito y ajado jardín y encontraron una señora bastante desagradable y quejosa que odia a los niños y todos los seres pequeños como Edi, nuestro gatito, y Otto. Porque dice que no cumplen con las reglas, que viven sin obligaciones y no tienen educación. Además, añadió la gruñona, tienen limitaciones y son cobardes ante las verduras. De la señora Y, averiguaron que esta mujer era en realidad un ladrón que entraba de noche en casa de los niños y les roba los libros que los papás les leen por la noche a sus hijos.

En este sediento jardín encontraron a la que es probablemente la rata más desafortunada de las alcantarillas, mientras sus amigas se han ido a surfear a las Bahamas, ella tiene que quedarse con su tío el Capitán Ratas y su mano derecha la cucaracha Cuca. Aquella noche un pedazo de luna cayó al suelo y la rata no pudo resistirse y le dio un mordisco y luego otro. Todos se echaron las manos a la cabeza al ver la luna mordida y pensaron que le pasará a la luna ahora que ya no volverá a ser redonda.

Como una canción que se alarga y se repite Ella consigue reunir a muchos personajes encantados de la ciudad  y logra crear un hábitat invulnerable dentro de aquel jardín. Entonces ordena que un grupo de animales deba ir en busca del viento para que este, a su vez, traiga la lluvia al árido jardín. Pero el viento propone una competición: solo si hay algún animal más rápido que él, irá a la búsqueda. Los animales que viven en el jardín con su nombre y el de algunas flores, algunos frutos y verduras consiguen unidos y ayudados de la magia de Ella ganar la apuesta y el viento se pone en la búsqueda de Lluvia. Al no encontrarla, decide convencer a la mujer rezongona y dueña del jardín para que lo riegue y esta terminará recuperando la alegría cuando ve que puede ayudar a una niña pequeña más débil que las demás.

En este corto relato la fantasía, la ternura, la ingenuidad presiden estas historias de la ciudad donde el vivir de cada día, la ayuda mutua, los despistes, una tarde aburrida o una apuesta se convierten en materia de cuento.


jueves, 21 de mayo de 2015

déjame que te cuente


Déjame que te cuente que la vida no es negociable. Que en ella hay sombras por todas partes y muchas de ellas generadas por nosotras mismas. Que un día me gusta aislarme en mis adentros y al otro sueño con lanzarme a la vorágine del afuera. Que la duda no me permite casarme con ninguna, pero vivo apasionados amoríos con las dos.

Déjame que te cuente que el monarca de las sombras es un viaje entre mi tiempo y mi espacio, limitado por el plomo de la vidriera que yo misma me asigno. Y entre las vías, una refugiada que quiere recuperar su libertad de asentarse. Una niña que continúa haciéndose preguntas que empiezan con un “¿para qué?”.
Déjame que te cuente como de las ensoñaciones de un caballero de armadura oxidada me sugirieron de volar alto, de volar bajo, de liberarme, de soltar lastre, de trascender a mi cuerpo expresión y prisión de un anhelo salvaje.  Son mi faz con su yelmo y mis manos, alas enguantadas, barrotes que me aprisionan, pintados de negro sobre marfil oxidado.
Déjame que te cuente que desde aquí dentro oigo mis males y siento mi dolor y se me hiela el alma. Me busqué caminando por si me encontraba. No fue así y me sentí muerta como nunca lo había experimentado y regresé sobre mis pasos. Cansada, desconsolada y doliente, me quité la falsa corona del monarca y me rendí. 
Déjame que te cuente que veo con la mirada del águila que contempla desde la altura, puesta sobre el fuego, la gran caldera de mi alma. Bajo un fuego que alimento de mis personajes revestidos para el transitar de mi ego. Yo veo lo que mi mente traduce y me eriza el bello sobre mi sexo, navegante gobernante de andares inseguros, mientras avatares azules y maestros del agua me guían por el desierto para una cruzada contra tres gigantes: miedo, vacío e injusticia.
Déjame que te cuente sobre los miedos atávicos, inherentes de no saber estar conmigo misma. Sobre el vacío con un punto de lirismo y por momentos oscuro que armoniza con mis personajes con los que comparto su inconformismo. Y sobre la injusticia, al sol de las contradicciones, metáfora del péndulo entre el bien, el estar y el mal.
Déjame que te cuente que la felicidad consiste en estar en movimiento, en cometer errores, en bucear la vida, en habitar el presente como único punto donde hay luz para ver, con humildad, la verdadera realidad. Y que se da en el aliento, donde se cocinan las emociones. Déjame que te cuente que el truco se descubre al despejar lo que estas dispuesta a aceptar para poseer lo que nunca imaginaste. Y que lo más gratificante viene de la dulce mano de las relaciones con los seres vivos. Relaciones que nos cuentan historias de nosotras, que nos recitan las verdades y  ficciones reales como la vida misma. Que nos hacen reír y llorar, nos instruyen y aleccionan, nos inquietan, nos entretienen, pero que nunca nos dejan neutrales.
Déjame que te cuente que mi segunda vida comenzó cuando me di cuenta que solo tenía una.












solo nosotras y otros





Solo nosotras
Cuando las nubes adquieren ese color rojo al ser infundidas por los rayos del sol, el arrebol, algo tan increíble que no puedes expresarlo con palabras, solo nosotras sabemos estar distantemente juntas.


Infierno de Dante
Un joven a la sazón pizpireta y a priori de estética sospechosa, acabo truncándose  para no usurpar los talentos de su crápula hermano. Este, hombre de peluca amarillenta a la moda de hace 40 años. Él, joven, con la avidez de un náufrago, supo encontrar su momento, al abrirse sola la ventana por la gracia del viento que traía su guadaña.


Madurar
En un lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, una inmadura y perezosa manzana se negaba a caer de la rama, pese a que hacía tiempo que el árbol se había desnudado.

                                        
                                         Imperativo
Abandonad al turista y recuperad al viajero. Dejad de repetir la lengua que se os impone, dejad de repetir el modelo. Quitad la jerarquía en la relación al cuerpo.
Chicos, salid del pene y explorad el resto del cuerpo, id más lejos.
Chicas, redescubrid vuestro cuerpo desde vosotras y vuestro genital, teniendo en cuenta todo la porquería que se ha echado sobre él, conocedlo y valoradlo.