miércoles, 31 de agosto de 2016

la muerte cansa

Parra en el jardín del Antiguo  Hospital Benéfico
de la Misericordia 1483. Álcala de Henares, Madrid
¡La muerte cansa! Frase lapidaria con que me sentenció una amiga después de que yo le dijera que estaba derrengada, sin energía, tras matar y desplumar cinco gallinas para llevar la armonía y el equilibrio a su gallinero. Al espacio y al hogar donde rinden tributo por sus vidas, tanto ella como las pitas.

Así lo pienso y así lo siento. Más allá de que la muerte nos coseche para la eternidad, ella nos pone ante la tesitura de vivir sangrando o no vivir y morir “de todas todas”.

Morir “de todas todas”, porque la partida es para cada una de nosotras (todos los seres vivos que pueblan la tierra) igual e insalvable. Y vivir sangrando porque si la vida no te produce cicatrices no es vida, que será otra cosa. Y las heridas hay que sangrarlas para que sanen.

Vivir una vida sana es obligatoriedad para que se dé una muerte sana. Vivir en la firme y férrea roca de la existencia y claudicar ante el supuesto sinsentido invertido de la hora suprema, del sueño eterno nos estimula lo vital. Desvanecerse por la atmósfera caldeada del sol. Contraerse y dilatarse en las gélidas aguas de los ríos, los mares, las lágrimas. Acalambrarse por el olor a mundo de las plantas y las personas. Todo ello nos sitúa en un paisaje humano y a la vez geografía del alma para el feliz viaje hacia el encuentro con la muerte de una “flor perenne que vuelve a florecer en el multiuniverso”, asegura, con esta frase, el científico estadounidense Robert Lanza cuando explica en qué nos convertimos tras la muerte.

Una muerte no es ni tiene porque ser una tragedia ni ser un tránsito doloroso. Yendo más allá de lo físico, la muerte es una entrada, digo yo, a otra profundidad. No sé cuál ni cuán profundo. Un camino que inexorablemente debemos de andar para cumplir con los requerimientos de nuestra naturaleza, como y cuando poco.

Citando a Henry David Thoreau: “me interné en los bosques porque quería vivir intensamente, quería sacarle el jugo a la vida. Desterrar todo lo que no fuese vida, para así, no descubrir en el instante de mi muerte que no había vivido”. 

Y, extraído de la sabiduría de los cuentos:
- "Pero, ¿hay vida después de la muerte o no la hay?" pregunto un discípulo.
- "¿hay vida antes de la muerte? ¡esta es la cuestión!, respondió el maestro.

La dama, señora de los finales, para mí, solo me provoca ganas y compromiso por vivir. Por llenar mis días de experiencias, sentimientos, vivencias que me hagan sentir, esto mismo: que estoy viva. La guadaña nos cosecha para una comunicación sincera, en un camino hacia la conciencia del Ser. Vivir en comunión con la muerte nos lleva a sentirnos vivas, en movimiento, con otra forma de pensar de sentir, y eso, precisamente nos abre la mente, la sensibilidad, la valentía, el respeto por la vida… nos hace mover el culo.


mi agradecimiento a mi querida amiga Mamen por confiar y compartir conmigo!!

martes, 16 de agosto de 2016

la mirona





Otro de mis microrrelatos publicado por Diversidad Literaria, esta vez con el Titulo "La Mirona" recopilado del certamen Sensaciones y Sentidos III para la antología del mismo nombre.















Tras el ojo de la cerradura, se recortaba la imagen de una escena que desveló para mí un nuevo punto en el mapa de mis inconfesables deseos. Me recreé, al mirar a través de un filtro que elaboré con materiales de mi fantasía. Y a medida que los píxeles de aquella fotografía poblaban mi mente, se adueñaba de mí la lujuria, agradeciendo la suprema suerte de que la puerta estuviese cerrada y que la curiosidad fuese mi capital pecado.

mis publicaciones bajo estas portadas



jueves, 4 de agosto de 2016

El valor de la escucha

Gran Regata'16 Cádiz
En busca de agua, cada mañana. Niñas e iguales, con seis, siete, ocho y nueve años. Cada día, después del colegio, iban a por agua, cada una con una garrafa de cinco litros, a la fuente más cercana, a un kilómetro de distancia. Para llegar, habían de atravesar campos que se vestían y desnudaban periódicamente y un bosque, todo pre-decretado por los códigos de la Naturaleza. Por el camino, jugaban a lanzarse espigas que se les asían a la ropa o prendían del pelo. Recogían algarrobas, grosellas y rojas o negras moras. También encontraban, a ambos lados de la vereda, almendros en flor y avellanos. La fuente era una blanca y simple pared con tres caños de agua fresca.

El escenario que se describe, campo de fuerzas vivas, me lo narra una ya mujer, aprendiz de quien es ella, al igual que el río cuenta sus cosas como él las vivió, porque esas son sus verdades.

Hasta el olor del aire notábamos ya, ella y yo, en el advenimiento del recuerdo. El magna ambiental nos envolvía a la vez que ella iba extrayendo las sensaciones de los vericuetos de su memoria. Los traviesos rayos de sol atisban por entre los espacios vacíos del follaje para jugar con ellas al escondite de sombras terrenales y, yo me cubro para que no me vean, para que no pisen mi sombra. El canto de pájaros, ese eco que la luz de la mañana devuelve a la tierra, vida y timbal de todo el espectro de sonidos que caben en los mil registros, me remontaba la corriente del tiempo trasladándome a una florida y sencilla imagen de su niñez. Me interné en el bosque porque quería vivir intensamente su recuerdo y sacarle el jugo en una comunicación sincera, en un camino hacia su conciencia.

Ella, sabía contar lo cotidiano para descubrirme la estética de las cosas cercanas. Su historia es un tejido de atracciones y utopías, un camino largo y bienintencionado, que no avanza de manera lineal, empero se desliza con bondad que es la manera de asegurar la dignidad de su experiencia.

Cuando escuchamos a otras personas irradiarnos lo que son y lo que tienen, estamos expuestas a y podemos sentirnos, en alguna medida, afectadas por ellas. Porque nos mueven y nos conmueven con el viaje heroico de su vida y de su alma, llenos de sabiduría orgánica e invisible. Es el momento de parar nuestro sentir y decirnos: “Solo respira. Detén el tiempo. Abre los sentidos. Inúndate de ahora. Aquiétate y reconoce tu esencia”. Probablemente a esto le llamen “la escucha activa”.

Parafraseando al científico Robert Lanza refiriéndose a la no existencia de la muerte: “Cuando escuchamos no lo hacemos con una matriz determinada, sino según la matriz ineludible de nuestra vida”.


dedicado a ti, que me lo contaste.