miércoles, 31 de mayo de 2017

El Duelo, Crecer en el Baile del Dolor


foto tomada en una casamata del
Baluarte de Candelaria.
Feria del Libro 2017
Cádiz
En el dolor me sostengo en mi capacidad de crecer. Por mis muchas experiencias he podido hacerme un mapa de mi territorio y comprobar cuan mejor persona soy tras los quemados puentes cruzados.

El miedo al dolor, como ante sala del miedo a la muerte, lo he experimentado en el dolor por las perdidas, en el dolor por frustración, en el dolor por las relaciones, en el dolor por la transformación. Dolor por los batacazos de la realidad. -Una nota para tener en cuenta: a mayor deseo mayor batacazo.
    +Tengo = +miedo a perder
+Deseo = +miedo a perder   
                                                                                                          Que duela no es malo. La perdida nos sitúa ante un movimiento a lo esencial. El dolor es sagrado, dotado de sentido para el crecimiento. No obstante, es jodido que duela.

Yo he aprendido que nada es lo que parece en la perdida, en la enfermedad, en el dolor. Hay una enseñanza, una llamada de atención, un tirón de orejas. No sé cuáles serán mis fortalezas, ni si quiera sé sí se me desvelaron con las lágrimas. Pero sí sé que cada día es nuevo y eso lo aprendí con dolor. Y lo he aprendido o lo estoy aprendiendo con vivencia. -Soy lenta en comprender, por eso me proveo toda la vida para aprender- Estoy aprendiendo a vivir en la consciencia de que no tengo nada que temer, que no necesito guiarme por el miedo.

Pero he podido dar forma y aspecto a mi dolor para visualizarlo y gestionarlo de la siguiente forma:

Si mi dolor tuviera color, sería de color verde.

Si mi dolor tuviera sabor, sabría a acetona.

Si mi dolor tuviera olor, olería a rancio y húmedo.

Si mi dolor tuviera sonido, mi dolor sonaría a viento, a puertas batiendo.

Si pudiera tocar mi dolor, sería áspero.

-Te invito a que te hagas estas preguntas y reflexiones tus respuestas conectando con tu dolor.

Voy a enumerar algunas de mis perdidas, muy significativas.

·         La perdida de la inocencia, a pesar de haberla trabajado, de trabajar las culpas, de haberme perdonado y perdonado a la otra. A pesar de lo caminado, visualizarla me provoca tensión por la falta de expresión de la rabia.

·         La perdida de Sandra, la cerré con un cuento veinticinco años después de su partida. No obstante, persiste una gran tristeza. Lo antinatura que es perder a una hija no tiene consuelo.

·         La perdida de Mane esta sin resolver, un duelo pendiente. Teñido de rabia y de tristeza, de amor y de odio. Como la de Sandra, una perdida trágica y sin avisar. Un ahora estas, ora ya no.

·         También, la perdida de la audición, me ha generado un gran dolor que voy a poco aceptando con la ayuda de la tecnología audioprotesista. No sé si un duelo que acabará porque la perdida es progresiva.

El dolor pone en crisis nuestra existencia y nos invita a cambios. La vulnerabilidad, la no pertenencia, la intermitencia, la desconfianza. Realmente no he tenido conciencia de atravesar un duelo. Sin embargo, sí siento haberlos transitado. Con rabia hacia mí misma.

Un dolor, el de las perdidas, que sabemos necesita de la elaboración de un duelo. Y, sabemos que la perdida genera un vacío. Sin embargo, no un vacío para ser ocupado, pero sí una oportunidad para dejar entrar en nuestra vida, la renovada savia. Tenemos una lucha constante en esto de cubrir la carencia, de llenar el vacío y esta lucha no acaba hasta que no aceptamos la perdida y asumimos nuestra responsabilidad de avanzar.

Es imprescindible dar permiso para marchar a la persona u objeto de la perdida. Para ello hay que resolver las cuentas pendientes de Amor y Odio, de Rencor (su introyección la culpa) de Perdón, de Agradecimiento.

En mi crecimiento y desarrollo personal me he dado cuenta del valor del desapego. Vivir cada emoción en su momento, la vida es así, duele. La vida esta llena de Holas y Adioses. El Sí o el No al dolor. Sí, aceptación. No, huida y evitación. No, confrontación vs kamikazes. La vida necesita y conlleva el roce, la confrontación y también la distancia. El apego saludable.

Me he dado cuenta de mi EGO  que se construyó de las experiencias de dolor. Un EGO que se alimenta de la tragedia y que me ha recubierto ante el dolor. Hay disfrute al exponerme a las experiencias de dolor, propias y/o ajenas. Las lágrimas nos hacen fuertes, sin embargo, si las fortalezas nacen del “yo puedo” no me sirven, es EGO. Hay una falsa ecuación, con dos aspectos a tener en cuenta. Por una parte, ser vulnerables no lleva a la Inseguridad y la Evitación que nos conducen ambas a la Repetición de errores vitales. En otra línea, ser vulnerables nos hace sentir Algo Roto. Este sentir es fruto del Deseo o de la Fantasía o de Creencias Falsas que dan forma a un EGO.

¡Ojo con los duelos que surgen de desprenderse del EGO!

Me he dado cuenta que en la fragilidad esta la mayor fuerza. Catorce años tomando conciencia de ello, ya tengo tablas para desenvolverme. Ser adulta es tolerar la soledad y la perdida. La vida esta llena de “Hola” y de “Adiós”. El duelo me ayuda a darme cuenta cuando me desnudan las perdidas. Lo primero que nos pide el dolor es recogimiento. A veces la vida es también pasividad. A veces, en el duelo, hay que dejar de hacer. Seguir viva es siempre un esfuerzo.

¿Qué he podido hacer? dejarme acompañar y acompañar a la otra. Ayudar a una persona a sacar su dolor me ha ayudado a darme cuenta de mis dolores enquistados. Dejándome impregnar por las experiencias de las otras y en un espacio de compartir profundo. No taponar el espacio del duelo para dejar fluir el dolor hacía fuera. Sostenerme con mis recursos. Acoger el dolor en posición fetal. Encajar la vida como viene. Como los duelos son acumulativos, generar una lista de prioridades sobre de qué tengo que llorar, sobre qué tengo que sanar.

Para todo ello, son necesarios los espacios y los facilitadores, tanto cosas como personas que nos facilitan la expresión. Los duelos se comparten, se escuchan, se respetan. Y por supuesto, no se comprenden.