sábado, 26 de agosto de 2017

no puede morir, lo que ya esta muerto


patio de la Residencia Fragela, Cádiz
23 de agosto de 2017
Cuando una persona se va y lo primero que piensas es - ¡gracias a Dios! -. Le expresaba la Madre Teresa de Calcuta a Dios, en sus últimos días “cuánto has tardado en venir a buscarme”. Es lo que he sentido con la partida de Manoli y que me perdone Este. Una persona que paso sus últimos años postrada en una cama, sin capacidad para decidir sobre su vida. Apenas y nada, habló en el último año y para que las ulceras y el dolor que estas, dicen que le provocaban y estoy segura que era así, no empeoraran, no pudo mirar al sol directamente ni sintió la brisa en su cara. Siempre encamada y sujeta a una involuntaria propensión de comer y beber, sondada en el estómago por donde recibía su alimentación. -Es muy fácil que te coloquen una sonda PEG, empero casi imposible que te la retiren-. Sus días sabían tan amargos y con el paso de los años se hacían tan crueles que, no era sencillo desearle vida.

Conocí a Manoli va a ser ya varios años, más de un lustro, en la residencia Fragela donde ha residido hasta su partida, porque su cuerpo no le daba para vivir sola. Una mujer querida por quienes la conocieron, pero que debido a la incapacidad de reconocer a la persona que era, muchas de ellas dejaron de visitarla o incluso, probablemente, creyeran que estuviese muerta y enterrada. Las que siguieron a su lado, pocas, no eran familia consanguínea. Y, aunque se le reconocía, dicen que, alguna prima o primo, estos andaban lejos de su existencia. Familia putativa, trabajadoras de la residencia, alguna allegada amiga de toda la vida, voluntarias, Rosi y yo, y pocas más, éramos quienes formábamos su universo relacional.  Su historia de vida esta marcada por los cuidados que otorgó a quienes estuvieron cerca de ella. Enfermera de profesión (que lo fue toda la vida del afamado pediatra Felipe Pastor) asistió a incalculables partos de gaditanas, esto le trajo ser conocida, querida y respetada por tantas.

Aprendí junto a ella que no vale la pena ensuciarse los labios con palabras y besos sin sentido ni verdadero afecto. Y aprendió mi corazón que se puede llevar el dolor sin expresarlo. Maldita la maestra. Ahora me duelen las caricias que no le di en los jirones de su piel, pensando que le pudiera estar haciendo daño. Y maldito el aprendiz. Maldigo lo que no es así. Hay tanto que aprender de la locura que es vivir postrada en una tumba abierta en la que un millón de manos como alas de mariposas, algunas con puro sentimiento y con tan poco que ofrecerle, la expolian en un sin sentido. Esperando que una mirada suya nos traiga la aurora y nos libere de la culpa de mantener una vida atada por una jeringa del 14 que la alimenta y la sedienta. Cuando se clavaba su mirada en la mía, una lluvia de alfileres me perdía entre las dudas de merecer la pena seguir nutriendo ese cuerpo. ¿Quién rige sobre la vida y la muerte? A veces, esos mismos ojos me miraban con agradecimiento y feliz de encontrarnos. Bastaba una caricia para que cerrara los ojos complacida y consolada por el contacto. Mi heroína.

Ahora toca el último adiós, se quebró la puerta. Manoli, estoy segura, más descansada, renacida, libre, unida a la fuente. Amiga mía, es con tu piel con quien sueño esta noche. No quiero contar tu última y penosa historia solo pretendo honrar tu memoria y dejar unas palabras que regalen mis recuerdos de ti. Y porque eres mi amiga. Amiga que me aguantó leerle poesía sin saber recitar. Contarle historias que ella desconocía y quizás ni entendía. Y amiga, sí, porque sí. Nadie nos va quitar momentos vividos. Somos, tú y yo y el tiempo que hemos compartido, 365 días de cada uno de nuestros últimos 4 años. Excursiones (como las llamaba quien sabemos) en ambulancia hacia el hospital para reparar lo irreparable. Salidas (entonces, cuando nos dejaban, esta Casa y aquellas personas que velaban por ti se convirtieron en cárcel y carceleras) a tomar el sol en la Plaza Fragela, la del Falla. Yo tomaba algo mientras apartaba las moscas de tu rostro porque tus manos no te valían. Muchas tardes en tu habitación, masajes, cremas hidratantes, lectura, caricias y silencios, muchos silencios y mucha presencia.

Quiero pedirte perdón por las omisiones, por las palabras mal dichas, por las calladas, por mis faltas de tacto, por todo y por lo que desconozco y tú sentiste, por lo que te llevaste en tu corazón y que tus labios no pudieron reclamarme.

¡Adiós querida Manoli, muchos besos y que el viaje a Itaca te sea largo!!!

DEP

4 comentarios:

  1. Siempre es reconfortante leer tus reflexiones, Juan Carlos. La vida, tan dura ella a ratos, nos sirve de maestra en el camino. Ese donde nos cruzamos con quienes nos sirven de ejemplo sin pretenderlo.

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  2. Bonito y duro lo que escribes, pero sin duda cargado de mucho sentimiento ....
    Un abrazo enorme desde Tierras Charras...
    Chus

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  3. Descanse en paz tu heroina. Le dedicaré mi vela encendida en casa, para los que ya no están. Y tú cuídate amigo porque la has acompañado muy bien durante sus últimos años y le has ayudado a irse en paz seguro. Un beso fuerte.

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  4. Cuánta belleza y sensibilidad en tu duro y desgarrador escrito. No te aflijas, su alma ha encontrado ya la Paz y -¿quién sabe?- tal vez para ella tú hayas sido también un héroe. Yo así lo creo.

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